La mesa de dialogo de Piñera es la expresión del reagrupamiento de los poderosos. De este lado de la calle debemos ser concientes que hoy día no sólo se juega la calidad y el fin al lucro en la educación, sino también las bases en que se asienta un despertar del movimiento popular después de la larga noche de la democracia tutelada.

Agobiados los Piñera y Cía. por las movilizaciones estudiantiles y el amplio apoyo y adhesión recibidas por ellas tanto en Chile como en el extranjero, han recurrido a la probada estrategia de las mesas de dialogo –debutantes gracias al ingenio de Edmundo Perez Yoma bajo la administración Frei, para desarticular al movimiento mapuche de la época-.

Quien quiera creer que “sería bueno que los cabros se sienten a dialogar” no debiera olvidar cómo es que se gestó esta maniobra. Al igual que todas las mesas de dialogo que hemos conocido desde el pacto por la transición a la democracia hasta ahora, no ha sido decididamente convocada sino hasta después de haber logrado un sólido y transversal consenso entre los partidos políticos tanto del gobierno como de la mal llamada oposición respecto de la necesidad de desarticular políticamente al movimiento popular y horadar sus bases de legitimidad social.

Miren la agenda que se ha seguido. La DC se reúne con Piñera so pretexto de proponer reformas en el sistema político. Días después el PS, el PPD y los radicales hacen lo propio. En paralelo Lagos y Brunner dan examen de buena conducta frente al mundo empresarial con sendas intervenciones a favor del estado actual de la educación como negocio. Frente a varias voces de los sectores dominantes que llaman a conformar una mesa en el que participen todos los actores involucrados, el PPD señala que solo se van a sentar con la sociedad civil y aprueba el voto político de llevar candidatos a concejales que provengan del mundo social en las próximas elecciones y en todas las comunas del país.

Piñera insiste en su llamado a la unidad (de los poderosos) e invita a conformar una mesa de negociación. Al mismo tiempo envía al victimizado Hinzpeter a hacer vocería con la idea de endurecer las penas para los encapuchados y manda a sus alcaldes a hablar de destrozos en la calles, de sectores anárquicos que manejan al movimiento estudiantil, de retomar las clases o dar paso a exámenes libres, de reuniones con los apoderados preocupados de que sus hijos pierdan el año escolar, etc.

Todo Chile quiere paz y a nadie le suena bien la negativa a dialogar. Sin embargo los estudiantes rechazaron la alternativa por una cuestión muy simple. En aquella instancia lo único que será motivo de negociación y concesiones serán las demandas estudiantiles. Las visiones e imposiciones de los gobernantes y sus patrones son intransables y como mucho tema de dialogo.

Los estudiantes han sido claros en su intención de superar de una vez los márgenes del Congreso e instalar el plebiscito como forma de resolución de este conflicto. Ellos han puesto las manos sobre una cerradura que ninguno de los/as señores/as del poder político, empresarial, militar y religioso han querido abrir desde hace ya más de 20 años… Y puede ser que logren abrirla. En cuyo caso el temor de los poderosos es que se produzca un alud democratizador por el que se desborden los demás frentes de conflicto –la reconstrucción que no ocurre, Hidroaysen, las reivindicaciones del pueblo mapuche, entre otros-.

La cuestión de la mesa tripartita no es solucionar la crisis de la educación ni tampoco estructurar la implementación de las demandas estudiantiles. La maniobra que ha demostrado efectividad en oportunidades anteriores, responde a la necesidad de los poderosos de desarticular al movimiento popular que se comienza a configurar frente a sus narices: acorralar a los dirigentes en el rol de ejecutivos con amplios poderes para decidir de mutuo propio, prescindiendo de la consulta a sus bases; separar a los universitarios de los secundarios so pretexto de que enfrentan realidades diferentes; dejar fuera de la mesa a otros sectores sociales que hoy apoyan con decisión al movimiento estudiantil; despolitizar el conflicto relegándolo a la condición de movimiento gremial; criminalizar el ingenio de la protesta social -¿sabía usted que el endurecimiento de las penas contra los encapuchados afecta también a quienes usen cualquier tipo de máscara en medio de una marcha?-; consagrar la figura del Congreso como la única instancia legitima para canalizar la demanda social…

La mesa de dialogo de Piñera es la expresión del reagrupamiento de los poderosos. De este lado de la calle debemos ser concientes que hoy día no sólo se juega la calidad y el fin al lucro en la educación, sino también las bases en que se asienta un despertar del movimiento popular después de la larga noche de la democracia tutelada.

No es primera vez. Se hizo mesa de dialogo por las violaciones a los derechos humanos en dictadura, por el proceso de recuperación de tierras mapuche, por la revolución pingüina… Y no nos puede pasar otra vez.

No podemos endosar a los estudiantes todo el peso del sacrificio en función de las profundas transformaciones que reclama nuestra sociedad. No es el momento de quedarse a la expectativa de “a ver qué hacen los cabros ahora”. Es la hora de reagruparnos, la hora de implementar en hechos concretos alianzas estratégicas que aseguren conquistas en esta coyuntura, al tiempo que hagan defensa y avances en otros flancos.

Los sellos que esta coyuntura marque para los próximos años no será tan solo resorte de los poderosos, sino más bien el resultado de nuestra propia capacidad de organizarnos y dar las peleas que hay que dar para aterrizar “la calidad y el fin al lucro en la educación” en demandas concretas desde las localidades. Movilizarnos por la educación básica, rural o urbana de los colegios municipales; por los valores éticos y morales promovidos en los colegios particulares subvencionados; por la tendencia creciente a privatizar la educación preescolar; por la disyuntiva de ser jardín étnico o jardín intercultural; por ejercer el derecho a decidir si queremos una educación laica, intercultural, pública y gratuita, etc.

La única manera responsable y solidaria de apoyar la lucha que hoy dan los estudiantes es con más movilización social, agrupándonos en asambleas territoriales, actuando guiados por nuestras propias lógicas. Por sobre todo hemos de seguir siendo fieles a nuestra propia forma de hacer política, aquella que no se permite que otros den solos nuestras luchas.

Bernarda Aucapan

Eduardo Ramirez