Hackeo Cultural lanzó una nueva red social autónoma que busca conectar a defensores del territorio con quienes luchan por la justicia climática. Es una alternativa a las prácticas restrictivas de otras redes sociales y posee un código abierto: https://milpamerica.org/
Kristhal Figueroa noviembre 30, 2024
Milpamérica.org es una red social autónoma enfocada en defensores del territorio y quienes luchan por la justicia climática. La iniciativa surge de la necesidad de crear una red social que coloque en el centro de la conversación la crisis climática y las voces de quienes defienden y cuidan los territorios en Mesoamérica. «Milpamérica es una narrativa que nos conecta más allá de las fronteras. Se refiere al conjunto de cuerpos, territorios, pueblos y espíritus de la región mesoamericana que denominamos “soluciones vivas” a la crisis climática», Andrea Ixchíu, comunicadora de la iniciativa Hackeo Cultural. «¿Te interesan temas medioambientales, de justicia climática, sociales o políticos, pero sientes que en las redes sociales convencionales no estás segura hablándolos? ¿O sientes que no conectas con las personas con intereses similares? Te tengo la solución», dice Belinda Chá, una joven maya poqomchi en un video compartido en la red social Instagram.
La solución que Belinda menciona es Milpamérica.org, una red social autónoma que nació con el objetivo de publicar «historias de las tierras milperas y sus diásporas», según su página web. Esta plataforma busca conectar a quienes defienden el territorio con aquellos que luchan por la justicia climática.
«Milpamérica es una narrativa que nos conecta más allá de las fronteras. Se refiere al conjunto de cuerpos, territorios, pueblos y espíritus de la región mesoamericana que denominamos “soluciones vivas” a la crisis climática», explica Andrea Ixchíu, comunicadora de la iniciativa Hackeo Cultural.
Más allá de los algoritmos
Milpamérica.org es una respuesta a las restricciones que las redes sociales colocan a sus usuarios. Según Ixchíu, en un contexto donde empresarios como Elon Musk, dueño de la red social X (antes Twitter), «se ha apropiado y ha hecho de las redes sociales espacios cada vez más cerrados, privatizados, al que todo tiene acceso quien paga».
Desde febrero del 2024, Instagram comenzó a limitar el contenido político que en ella era publicado, sin notificar. Colocó una opción de «preferencia de contenido político» y, automáticamente, los restringió para sus usuarios.
«No recomendaremos proactivamente contenido sobre política en las secciones de recomendaciones en Instagram y Threads. Si aún quieres que se te recomienden publicaciones como estas, tendrás un control para verlas», indicó la red social en un comunicado.
Entre las publicaciones censuradas se encuentran aquellas que hacen referencia al genocidio en Palestina, que defienden los derechos de las mujeres o que denuncian la depredación de ecosistemas, señala Ixchíu.
«Hay un sesgo y una forma de limitar la libertad de expresión, la posibilidad de compartir ideas. Hemos visto el contenido de nuestras páginas que ha censurado, hemos vivido el bloqueo de nuestras cuentas por pronunciarnos en contra de la violencia genocida», agrega.
Los algoritmos de las redes sociales están racializados y privilegian los contenidos de unas personas por encima de los de otras, según Ixchíu. Por ello, es necesario generar espacios comunes, capaces de «recibirnos, que podamos habitar esa digitalidad con la misma practicidad y contar nuestras historias, porque nos gusta tomar fotografías, hacer películas y videos, pero vemos la dificultad de que nuestros contenidos sean vistos y sobre todo respetados, no solo tratados como mercancía», indica.
Estas situaciones fueron discutidas en el laboratorio Milpamérica Resiste, convocado por Hackeo Cultural. En él participaron más de 25 defensores del territorio de distintos pueblos indígenas de México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica. Identificaron la necesidad de crear una red social que coloque a la crisis climática y las voces de quienes defienden y cuidan los territorios en Mesoamérica en el centro de la conversación.
La red social autónoma fue desarrollada por Hackeo Cultural y lanzada el 18 de noviembre de 2024. Fue nombrada Milpamérica.org como una manera de honrar a la milpa, una tecnología ancestral de Mesoamérica que crece junto a otros alimentos que alimentan a la región, como el frijol, el chile y las hierbas.
«La tecnología de la milpa es el sistema alimentario que en este momento, en medio de toda la crisis, da de comer a más de la mitad del planeta. Esta tecnología está hecha para durar, para no destruir a la tierra. Están pensadas en lo colectivo», explica Ixchíu.
Milpamérica.org permite crear cuentas personales o de organizaciones y seguir a otras, publicar fotografías y videos, utilizar filtros y subir historias temporales. También es posible interactuar con otras personas en grupos o por medio de mensajes privados.
Próximamente se lanzará la aplicación en iOS y Android. También será posible subir historias con duración de 24 horas y utilizar chats encriptados.
Una red social de código abierto
Las redes sociales suelen poseer códigos cerrados. Esto convierte al internet en un territorio digital privatizado. Andrea Ixchíu lo describe como un espacio donde cada plataforma es una pequeña parcela, rodeada por un alambre de púas que impiden ver lo que se encuentra dentro.
Ante esto, el equipo de Hackeo Cultural decidió hacer a Milpamérica.org una plataforma de código abierto. Esto significa que «quienes tengan conocimiento de este lenguaje especializado y quieran venir a aportar, puedan hacerlo. Que el lenguaje con el que fue construida se comparta para que otras personas que quieran replicar esta red social puedan hacerlo. Que quienes quieran ayudarnos a mejorar el código, también puedan sumarse», explica Andrea Ixchíu.
El lanzamiento de Milpamérica
Milpamérica.org fue lanzada en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 29), celebrada en Azerbaiyán entre del 11 al 22 de noviembre. Este evento reúne a los principales líderes mundiales para acordar las medidas necesarias para enfrentar la crisis climática.
Mientras tanto, «los pueblos y las comunidades, con su labor y trabajo cotidiano, están generando soluciones concretas y cuidando la tierra, pero sus voces y firmas de vida no son respetadas ni tomadas en cuenta en las COP», indica Ixchíu.
El lanzamiento fue acompañado por cuatro campañas de comunicación: #HonrroaMisAbuelas, #TrenzamosCuidados, #SaboresySaberes y #RecuperaTusRaíces. Son el resultado de las reflexiones grupales del laboratorio Milpamérica Resiste, donde los participantes definieron qué implica la defensa del territorio y la ancestralidad, qué significa sostener los cuidados y prácticas ancestrales desde los pueblos en el siglo XXI y cómo se viven las llamadas soluciones climáticas vivas.
En los primeros tres días después del lanzamiento, unas trescientas personas solicitaron formar parte. Sus solicitudes son revisadas por las administradoras, para garantizar que corresponden a personas que comparten la visión y objetivos de la plataforma.
«Es emocionante porque vemos que hay interés porque se han conectado muchas personas jóvenes vinculadas a procesos de justicia climática no solo de América Latina; se han conectado personas de las diásporas, que viven en España y otras partes del mundo. También migrantes en Estados Unidos y compañeras de distintas zonas de Sudamérica que reconocen a la milpa», explica la comunicadora de Hackeo Cultural.
El equipo de Hackeo Cultural espera que la plataforma crezca y permita fortalecer los conocimientos de los pueblos también en lo digital. Sueñan con colaborar con otras colectivas de tecnología, que trabajan para la liberación del conocimiento. «Sobre todo, en transformar las narrativas, la acción política y la acción climática para ir desarticulando todas esas desigualdades, aunque sea un meme a la vez. Para mí es importante pensar en espacios de tecnología y comunicación que nos ayuden a hacer de lo radical, un sentido común y que aprendamos a curarnos y sanar con la tierra», finaliza Andrea Ixchíu.
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